La siguiente historia, verídica, nos traslada a la España del siglo XIX, donde la “vergüenza familiar”, promovida por los cánones sociales, daba lugar a no pocas renegaciones hacia descendientes “tullidos”, “anormales” y, en definitiva, hacia los parias sociales; donde los neonatos con algún “defecto” eran abandonados en centros de acogida religiosos o sociales para su custodia; frecuentemente verdaderos guettos de excluidos sociales. En definitiva, representaba una especie de monte Taigeto espartano, donde estos niños eran arrojados a estar recluidos de por vida, con una “terapia” muchas veces típica de cárceles o manicomios, olvidados y castigados a la reclusión a perpetuidad entre sus paredes.
Esta historia contada por César Giménez es verídica y real; no es ficticia. Tampoco acontece en pleno siglo XIX sino en el actual siglo XXI; mejor dicho finaliza, pues es una breve biografía de un hombre que seguramente ha terminado por descansar al fallecer recientemente. Agapito, el tullido, el olvidado, el recluido.
¿Crónica de un retrato pasado y lejano o quizás aún vigente de algunas de nuestras instituciones sociales?
Pasen y lean….
La subvida de don Agapito
09-05-2010 09:05 - César Giménez
Muere Agapito Pazos
Don Agapito Pazos falleció el pasado 24 de abril a la edad de 82 años. Este pontevedrés ocupó más de 79 años de vida una cama en el hospital provincial de la ciudad gallega. Según uno lea 'El Mundo', 'El País' o 'La Voz de Galicia, a los tres años fue abandonado, en un cajón, en las inmediaciones del hospicio ya con espina bífida, distrofia muscular o 'discapacidad psíquica'. Si el improbable lector vio la noticia a través de TVE, los datos fluctúan enormemente; como para fiarse de los medios de comunicación...
El caso es que nada de esto le impidió "asumir la responsabilidad de guardar las llaves de la gaveta de los medicamentos y del almacén, tarea que desarrolló con total profesionalidad" ni vigilar a diferentes grupos de pacientes (según el diario 'El Mundo'). Todo un logro para la víctima de una injusta institucionalización consentida y ratificada por un juez de medio pelo. El hecho de que no recibiera remuneración alguna realmente no importa.
Sin embargo, todos somos cómplices de la fechoría de secuestrar a alguien durante tantos años, de esta atrocidad, si aprobamos y dejamos que se repitan hechos similares a esta clase de mal disfraz de falsa benevolencia. No se puede consentir lo ocurrido con esta persona desde hace un porrón de tiempo. Desde la década de los 30 del pasado siglo, el señor Pazos sólo salió del hospital en dos ocasiones: la primera cuando ya había traspasado la frontera de los sesenta. Un celador le dio un leve atisbo de libertad y lo llevó a conocer el mar. No se puede negar lo loable de esta acción que para muchos pasaría inadvertida y que muchos más consideramos tan habitual como insignificante.
La segunda ha tenido lugar recientemente. Lo llevaban con los pies por delante y supongo que en un ataúd. Tocaba intimar con el cementerio. Hay un refrán que estos días me persigue: 'Entre todos la mataron y ella sola se murió'. Ignoro el motivo, pero últimamente no para de martillearme el decrépito cerebro.
Don Agapito se convirtió en 'el paciente de la habitación 415', o simplemente era 'el de la 415'. El proceso de deshumanización se iba consumando década tras década de forma que su dependencia por este centro 'benéfico' se transformaría vertiginosamente (al cansino ritmo anual) en una especie de reino del síndrome de Estocolmo que lo ligaba a sus carceleros y lo ataba a su lugar de cadena perpetua cerrándose a sí mismo el pestillo de la celda.
La fundación Sálvora tutelaba su encierro mientras sus estatutos hablan de que su misión "es velar por los derechos e intereses de las personas con discapacidad intelectual, a fin de proporcionarles una óptima calidad de vida y plena integración social". Su éxito ha sido nefasto para el señor Pazos. Pero bueno, un fracaso lo comete cualquiera, y si estamos ante un infrahumano, ni siquiera podemos considerarlo fracaso estricto...
Más que alabar su presunto cobijo, igual convendría depurar responsabilidades. Enhorabuena a los premiados y que el señor Pazos por fin pueda descansar en paz.
2 comentarios:
Impresionante.
No hay una instituciòn gubernamental que controle lo que sucede en estas instituciones?
Se lo plantearàn ahora?
Que tengas una buena semana.Besos
Muy triste. Parece sacado de una historia de la Edad Media.
Saludos.
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