En ocasiones un mismo asunto te asalta día tras día, en un margen estrecho de tiempo, con diferentes protagonistas. El que hoy me preocupa, el que en menos de una semana ha dado pie a que tres historias diferentes, relacionadas con el mismo, hayan llegado a mis oídos, es de aquellos que sólo quienes lo sufren de primera mano serían capaces de manifestar todo el dolor que les provoca. Dolor acompañado de impotencia, de humillación diaria, de despropósito social generalizado: nadie se hace responsable, niños y niñas se miran unos a otros buscando fuera de si a los culpables; padres y madres huyen despavoridos, muchas veces de malos modos, de cualquier acusación que se vierta sobre sus retoños; maestros y maestras, profesoras y profesores, tratan de apaciguar cualquier atisbo de sombra de duda que caiga sobre sus Centros; las fuerzas de seguridad, en consonacia con todos los demás, minimizan el asunto cuando se acude a ellas en busca de respuestas e intervenciones; sólo desde el campo de la política parecería que se quisiese hacer algo, pero ya se sabe, de ahí surgen campañas de concienciación, declaraciones grandilocuentes..., al final, como quiera que son la más fiel representación de su ciudadanía, todo se difumina. Y nuevos días dan comienzo, y unos pocos niños y niñas, cuando amanece, tiemblan temerosos de volver a ese lugar maldito donde seguirán sufriendo las más miserables afrentas provenientes de sus iguales, de compañeros y compañeras, de otros niños y niñas, algunos de ellos no muy lejanos amigos, que han decidido que la vida de esas criaturas no merece la pena, que ya están ellos ahí para demostrarles el mucho desprecio que sienten. Y estos gallitos/as volverán a casa a comer y contarán sus hazañas, y sufrirán, si las sufren, leves regañinas; y si algún damnificado osa acudir a instancias pertinentes, no ellos, ni ellas, sus padres, sus abuelos, sólo hallarán incomprensión y mucho halo de tabú alrededor de su historia. Qué pocos casos salen a la luz, y cuántos escucha uno en su entorno. La cobardía es la más miserable seña de identidad del ser humano. No miréis para otro lado cuando alguien os hable de este asunto, no minimicéis la importancia de esta salvajada, exijamos máxima contundencia frente a este terrorismo que, junto a otras formas de acoso, de sobra conocidas, constituyen el más odioso terrorismo al que nos enfrentamos en el día a día.
Santos López Giménez
Pd: la siguiente dirección la he conocido después de hacer anoche esta entrada http://vagabundotraslalibertad.blogspot.com/
Fuente: http://santos-acercadeloposible.blogspot.com/2010/05/de-tales-palos.html
5 comentarios:
Un abrazo amigo y ¡fuerza!
Besos
Otro para tí, Ana. Muchas gracias por estar cercana. :-)
No hay nada más cruel que quitarle la sonrisa a un niño y robarle la felicidad, siento impotencia cuando veo estas cosas y los veo sufrir.
"Cuando un niño ríe, ríe la humanidad, ríen los ríos, las plantas y las estrellas del firmamento"
Un abrazo Manuel
Gracias Vicen. Siempre has estado y estás aquí
Un abrazo
Nadie,(y lei mucho sobre acoso escolar)nadie,reflejó nunca tan exactamente lo que sentimos los padres y los niños acosados.
GRACIAS!ME HIZO LLORAR!
Leyéndote pienso que no todo el mundo mira para otro lado.GRACIAS.
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