MARÍA VALERIO
Atracones de comida, acaparamiento de posesiones, trastorno del humor con disforia, dificultades de aprendizaje o deseo sexual coercitivo continuado... Éstas son algunas de las nuevas etiquetas que incluye la última edición del manual de Psiquiatría por excelencia, la quinta edición del DSM (siglas en inglés del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) que ha adelantado la Asociación Americana de Psiquiatría.
La última versión de esta 'biblia' de los trastornos mentales databa del año 1994, por lo que la actualización que acaba de conocerse esta semana era ampliamente esperada por la comunidad científica. De momento, la nueva clasificación (que se someterá a un debate público a partir del próximo 20 de abril), aún tiene que ser reevaluada y estudiada por los especialistas a lo largo de los próximos dos años, de manera que no será considerada oficial hasta mayo del año 2013.
Sin embargo, los primeros datos que se han conocido ya están dando que hablar. Para algunos, el DSM 5 simplifica algunos trastornos mentales, agrupándolos en categorías más amplias y claras. Para los más críticos, por el contrario, medicaliza algunas conductas que no tienen por qué representar un trastorno mental necesariamente. A juicio de Jerome Wakefield, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nueva York (EEUU), por ejemplo, algunos de los trastornos que recoge el manual suponen una forma de estigma "y pueden llevar a muchas personas a tomar medicación innecesariamente".
De hecho, el DSM5 no es un mero listado de patologías, sino que su publicación tiene enormes implicaciones para investigadores, compañías farmacéuticas, aseguradoras médicas, políticos y pacientes. Como señala el diario 'The Washington Post', los dos próximos años de debate hasta su publicación definitiva podrían suponer un movimiento de miles de millones de dólares en el sector.
La 'enciclopedia de lo normal'
Esta enciclopedia ("que decide lo que es normal y lo que no lo es", según la define el diario 'The New York Times') incluye en total alrededor de 300 diagnósticos diferentes, lo que no supone un aumento realmente significativo con respecto a la cuarta edición.
Entre las novedades más destacables está la definición de una categoría de 'trastornos del espectro autista', en la que se incluirán tanto el autismo propiamente dicho como otras variedades cercanas, como el síndrome de Asperger; o el llamado 'trastorno de alteración del humor con disforia', que podría aplicarse a niños con fuertes rabietas y cambios de humor que hasta ahora eran diagnosticados como bipolares.
Hasta ahora, este error de diagnóstico hacía que muchos niños fuesen tratados con potentes medicamentos antipsicóticos, poco eficaces en realidad para su problema; "cuando podrían benefiarse más de una terapia del comportamiento como primera línea", como explica Jack McClellan, un especialista de la Universidad de Washington (EEUU).
Uno de los cambios lingüísticos más importantes del nuevo manual contempla cambiar el término 'retraso mental' por el otro más políticamente correcto 'discapacidad intelectual'; mientras que por el momento la adicción a Internet se queda fuera de la categoría de 'conductas adictivas' porque los especialistas consideran que no existen de momento suficientes evidencias para considerarlo un trastorno.
En el terreno de las anomalías sexuales, se incluye el 'trastorno hipersexual', el deseo basado en la coacción a otras personas o el trastorno de penetración (caracterizado por las dificultades y ansiedad a la hora de completar el coito vaginal). Además, se enumera una larga lista de parafilias y desviaciones sexuales, como el frotismo (que se define como un deseo prolongado más de seis meses de obtener placer rozando los genitales con otra persona sin su consentimiento), el voyerismo, sadismo, masoquismo o fetichismo; así como los trastornos de identidad de género.
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