Las universidades y otros centros educativos juegan con la palabra democracia como con pompas de jabón. Estas instituciones organizan desfiles mastodónticos (consejos de alumnos, elecciones a delegados de clase, representantes estudiantiles, etc.) y se presentan a la sociedad como organismos libres y participativos. Pero esta mascarada resulta una utopía, un sueño de democracia. Esto os lo cuenta un pelele de esta inmadurez institucional. Al principio, me sentía orgulloso con el cargo “al dedillo” que me asignaron en la Universidad. No obstante, la cruda realidad llegó cuando me libré de la ceguera y caí en el desengaño más salvaje.
Los recintos de la enseñanza permiten la participación de sus alumnos en todo tipo de asuntos; sobre todo en sus preocupaciones más inmediatas. Aunque la colaboración es una actividad de mérito, supone algo totalmente alejado de la dirección de estos quiosquillos docentes. Los correveidile de los alumnos comunican sus propuestas a los órganos de gobierno del centro y el rector o el equipo directivo asumen la última responsabilidad. El manifiesto de los estudiantes termina con frecuencia en la papelera de su despacho o como servilleta para su café. Y aquí se ve la máscara progresista de los institutos y universidades; un antifaz parecido al de nuestra selva institucional. Sólo un ciego o un ignorante creerían en la actuación absoluta de estudiantes y fuerzas rectoras en la miniatura de este proceso democrático.
Por otro lado, se encuentra la figura de los padres en los centros docentes. Su trabajo se reduce a los colegios e institutos; la universidad representa aún un desafío para ellos. El APA o el AMPA se comportan como auténticas mafias escolares que anteponen sus intereses al desarrollo del alumno. Preparan eventos variados con la débil excusa del aprendizaje de sus hijos. En realidad, su único objetivo consiste en llenarse los bolsillos con lo que otros padres pagan.
Por eso, si vuestros hijos vuelven de la escuela con una sonrisita de tramo a tramo y exclaman: “¡Mamá, papá, me han nombrado miembro del consejo estudiantil!”, no os mostréis bastante alegres por ello; más bien, compadecedle; porque el chaval acaba de iniciarse en el sueño interminable de esta fábula democrática en los centros educativos.
Fuente:
No hay comentarios:
Publicar un comentario