Manuel Rodríguez G.
De vez en cuando ciertos relatos o palabras inciden sin pensarlo, sopesarlo o preverlo en uno mismo; sobre todo si estas palabras van preñadas de mucho dolor, pero contrarrestadas si cabe de más cariño, esfuerzo y tesón por erradicarlo. Crudos quejidos, normalmente de madres luchadoras, corajes, aunque no por ello muchas veces desoladas, desgastadas y hasta rotas.
Estas que siguen son las palabras de una madre que reflexionaba amargamente, no hace demasiado tiempo, en un grupo de Facebook, relacionado con el Trastorno por Déficit de Atención (TDAH) sobre la soledad, falta de apoyo, incomprensión y en definitiva exclusión hacia su infante hundido (en su contexto escolar) y me temo con un cuadro ansioso depresivo, ya manifiestamente aflorando…
(Olvidé guardar la referencia de la madre en cuestión. Así que si llega a ella, haré alusión a ella)
Él no sabe que le pasa. No cuenta. Sabe que no es feliz, que no le gusta lo que hay en su vida. Quiere que pase rápido el presente y que llegue pronto el futuro, para que las cosas le vayan mejor.
Suele llorar, casi todos los días.
... A veces se enfada por cosas pequeñas. Cuando se le pregunta, dice que no importa, que nada importa porque él no es importante. Porque siente que no le importa a nadie.
Otras veces miente y dice que está bien. Pero no sonríe. No puede. No le sale.
Se sabe diferente, se siente por debajo. Le cuesta acostumbrarse a vivir así. Se pregunta por qué le ha tocado a él.
Ansía buenas noticias. Quizá el destino le depare algo mejor...aunque seguro que no...la suerte nunca le acompañó...nunca.
Alguna vez, no muy a menudo, cree que el mundo estaría mejor sin él, porque él no aporta, él estorba. Causa muchos problemas a la gente de su alrededor, les molesta, les retrasa. Les hace enfadar.
Si, seguro que estarían mejor sin él. Pero ellos dicen que no. Ellos dicen que le quieren.
Dicen que está triste. Que está deprimido. Solo tiene 9 años…
Las que siguen, son previsiones personales que intuyo vive ese niño. Niño que me recuerda en no pocas vivencias a una niña muy especial: Silvia, mi hija…
Él está solo y muy perdido, a pesar de que intuyo y apuesto que siempre estás apoyándolo y pendiente de él, pero él a su edad necesita sentirse partícipe de un grupo de iguales, de chavales que me temo le dan la espalda, porque nota la distancia que le separa de quienes tienden esa longitud eterna para él, quizás inexistente para muchos.
Su distimia, le hace aflorar esas lágrimas que pronosticas diarias, pues no se siente comprendido y es tal esa soledad que castiga a quien le quiere bien con esa agresividad latente que muestra por un posible stress, ya quizás traumático, ya quizás soldado a secuelas perdurables, que esconde torpemente intentando esconder una amargura que le quema y le hace llorar y preguntarse por qué a él, quizás por lo que denoto, sopesa para que seguir así en este mundo que no comprende ni le comprende; augurio de ese cuadro ansioso depresivo y esas ideas quizás incluso de autolisis o peor, que han sido tejidas durante no poco tiempo para que recurra a soluciones radicales y espero sean erradicadas de inmediato, pues mal amigo para niños buscar el camino del destierro eterno, pensando que no hay puertas abiertas y sí demasiada incomprensión e incluso dedos señalándole y haciéndole creer que tanto dolor tragado es merecido y ganado por ser como se es.
Él debe saber, que es víctima de una sociedad competitiva, fagocitadora y excluyente, que teme al diferente, al no estandarizado y que no piensa como ellos.
Él debe saber que es especial por lo que tiene y por lo que es; que es genuino y que, como tal, sus padres lo quieren tal cual, sin cambios impresionantes porque seguro saben y son consecuentes con sus peculiaridades; que saben deben moldearse y canalizarse pero no para transformar a ese niño perdido, asustado, decaído, hastiado y minado, sino para ayudarle a trazar el camino que todo ciudadano antes o después debe recorrer.
Él debe saber que es mala solución pensar y menos creérselo que la vida no tiene sentido, pues es su deber como buen luchador y tenaz que hay que saber caer, aunque sea una y otra vez, para demostrarse y demostrar que puede levantarse, porque hay más gente de la que cree que sabrá hacerle seguir adelante, fortalecido y finalmente seguro de sí mismo para deambular por este a veces injusto mundo.
Él/ella debe saber que ni tú (Gloria/Celia) ni los tuyos podéis seguir adelante sin su brazo fuerte, consistente y cooperativo porque es tan importante su presencia y su esfuerzo para compensar a una familia que sin posiblemente ellos os desinflarías, a pesar de no pocos momentos tensos, incluso hirientes.
Ellos debe saber en definitiva, que cada lágrima que viertes y vierte es producto de lo que representáis cada uno para el otro y que esas lágrimas han regado y regarán unos lazos de cariño y comprensión que jamás podrán ser divididos porque él/ella es ante todo un ser querido y muy especial.
Dicen que está triste, que está deprimido. Yo no tengo dudas (Gloria/Celia). Sólo deciros que debe ser izado y que no puede seguir viviendo en un caldo de cultivo que le haga pensar finalmente, como expresa que la vida no tiene sentido. Eso jamás…
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