Joaquín Díaz Atienza
En esta misma web podéis encontrar un pequeño resumen semiológico sobre los trastornos alimentarios prepuberales, un problema que produce una gran angustia e impotencia en los padres. Son niños/as que se resisten a comer o presentan una conducta alimentaria caprichosa. En bastantes ocasiones pierden peso de forma significativa que puede alterar el desarrollo estaturo-ponderal y son muy resistentes al tratamiento.
Pero no es la descripción clínica de este trastorno, relativamente frecuente, el motivo fundamental de este post, sino la defensa de la especialidad de psiquiatría infantil frente a mis colegas de psiquiatría general. Son bastantes los que le niegan entidad suficiente y se oponen a aceptar su reconocimiento como especialidad médica. Cuando escucho sus argumentos me produce el mismo desconcierto que aquel negrito de la selva que defendía que todos los hombres y mujeres, niños y niñas eran negros, cuando realmente lo que sucedía es que no conocía ningún blanco.
Sólo aquellos que conocen la psicología evolutiva y la medicina del desarrollo saben de lo que hablamos cuando defendemos la psiquiatría infantil. La ignorancia es muy atrevida y puede producir actuaciones verdaderamente desastrosas. Por ejemplo:
- Me produce muchísimo malestar cuando veo a niños y niñas con cantidades exageradas de neurolépticos sin que existan indicaciones precisas ni suficiente evidencia científica.
- Me produce muchísimo malestar cuando se utilizan psicofármacos desde una actitud prescriptora totalmente mimética con respecto al adulto.
- Me produce muchísimo malestar cuando se confunde un trastorno alimentario prepuberal con una fobia al comer ignorando por completo el cómo se establece el apego entre hijos y padres y cómo alteraciones de éste pueden manifestarse en la conducta alimentaria y, muy especialmente, cuando las comidas están relacionadas con la figura de apego anómala.
Por todo ello, siento pena y preocupación por dejar el cuidado de la salud mental de nuestros hijos en manos de incompetentes irresponsables. Porque no poder resolver un problema es una cosa, e ignorar los procedimientos terapéuticos y de diagnóstico son otra.
Y, finalmente, no tengo más remedio que quedarme aquí… No es cuestión de dar nombres, aunque como las brujas gallegas, haberlas la hay.
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