Manuel Rodríguez G.
Hoy me he encontrado con el comentario de una
MADRE (Pincha en este enlace para ver diferencias entre MADRE y madre) ;
una de esos seres peleones que no se rinde fácilmente y que ha querido explayar su indignación y malestar por la realidad educativa de este nuestro ”sacrosanto país fantasma”, al leer la siguiente publicación en las redes sociales,
Os quedo con sus palabras y parte de mis respuestas a sus múltiples cuestiones y reflexiones que plantea. En cualquier caso, me parecen muy indicativas las llamadas de atención que hace ante una realidad educativa penosa y marginal, muy lejana a la que ciertos conductores político-administrativos nos quieran intentar mostrar con “escaparates educativos” que poco o nada tienen que ver con la realidad que sufren muchos de nuestros hijos
Ángeles Presa A.
Esta historia es todo un experimento que demuestra lo que es el verdadero arte del aprendizaje.
Pero, ¿cuántos niños se pueden permitir este lujo?
Para empezar, la ley te obliga a escolarizar a los niños. ¿Cuántos padres tienen esa preparación?
¿Cuántos tienen tiempo para hacer lo que hizo este padre?
Yo tengo F.P. de educación infantil, unos recursos económicos de risa y puedo asegurar que mi hijo, que tiene el TDAH completo, conducta negativista desafiante y rasgos de Tourette que se acentúan con la medicación; la que puedo pagar, es decir el Rubifen, se sacó la primaria por mi.
Yo fui quien le enseño a leer y a escribir, ante una profesora de infantil que se dedicaba a estudiar en clase.
En primero y segundo empezó la marginación. A partir de tercero tomé las riendas de su educación. La profesora, ya mayor, le acusaba de sus enfermedades. Dimos con la medicación adecuada. Eso y la amenaza de acudir a inspección hizo que se tranquilizara la cosa.
Me pidió que el niño sólo estudiara lo que le tocaba porque yo le llevaba por delante, llegaba el crío a corregir a la profesora.
Llegó a notables y algún sobresaliente y sí: es cierto que algún profesor llego a felicitarme por mi labor.
En quinto y sexto di con un autentico profesor que le motivó y llegó a tener amigos. Le llegaba a poner con compañeros para ayudarles en clase, se ganó el puesto de los más listos de la clase.
Debido a su historial académico en secundaria le pusieron en un aula de alto nivel. Ahí, yo ya no tenía fuerzas, estudiaba por las noches para ayudarle por las tardes. Y lo sacó.
Yo, que había visto el estrés del niño y el mío, ya con un niño de 4 años en casa, quise que le cambiaran a otra clase. Me dejé convencer y llegó el fracaso. Yo ya le había enseñado la mecánica del estudio y ya no podía enseñarle más.
Ha suspendido sólo tres, el solo. Ahora sí le van a cambiar de clase, porque el trastorno esta ahí. Yo he sacado toda su inteligencia hasta perder la salud.
Ahora les toca a ellos, profesores, muchos incompetentes, lloricas, desmotivados, victimistas y sin vocación.
Esta es la experiencia de una madre-profesora.
Ángeles, me pongo en tu piel y te comprendo perfectamente. No es fácil intentar salir de este sistema, que nos ata a unas reglas caprichosas y desvirtuadas, sólo beneficiosas para aquellos que nos fiscalizan e incluso intentan fagocitarnos si osamos poner en duda su “sacrosanta ecuanimidad y garantía de derechos”, pero se puede y debe intentar cuando las cosas para nuestros hijos se ponen difíciles. A pesar de los muchos obstáculos algunos nos hemos visto obligados a salir del sistema educativo presencial, incluso aunque te intenten chantajear con supuestos absentismos absurdos y falseamientos de realidades concretas
INSUMISIÓN Y HARTAZGO DE CHANTAJES ZAFIOS
Mi hija lleva desde los 10 años, prácticamente sin haber ido a clase (obligada por el sistemático acoso escolar alimentado por la falta total de apoyos hacia su déficit atencional) y el próximo curso, si determinados inquisidores institucionales – me lean o no - no nos intentan extorsionar más, mi hija comenzará 1º de Bachillerato.
Como padre, el tiempo lo he sacado de donde he podido, primeramente, obligado a estar en excedencia obligada y sin ganar un euro, durante tres dilatados años, dado el estado anímico y emocional de mi hija y, hoy día, fiscalizando gran parte de mi tiempo en sacar adelante a una preciosa niña a la que este sistema educativo obligó a exiliarse. Mi cultura aunque bastante limitada, no me coarta, respecto a apoyar y atender las necesidades y aprendizaje de esa chica, ya que este reto me lo planteo como un repaso y puesta al día de conocimientos, muchos de ellos bastante olvidados. Bien es cierto, que también hay frutos
TITULACION DE E.S.O. CONSEGUIDA
Como tú, he sido yo quien ha enseñado buena parte de los conocimientos que mis hijos poseen porque la pasividad del estamento educativo en este país es patente y sistémica, más con niños con diversas dificultades. Esa pasividad, en no pocos casos, disfraza la falta de formación en muchos campos de estos “eruditos” que incluso se atreven a dudar de los diagnósticos ofrecidos por el estamento médico, cuando no a infravalorarlo e incluso negar su existencia. En cualquier caso, esa respuesta desidiosa, demasiado común en buena parte de este intocable profesorado, es el disfraz usado por quienes no teniendo ni la suficiente aptitud (saber) ni actitud (querer) para las necesidades y atenciones a la diversidad del alumnado, tapan sus muchas limitaciones con estas cínicas respuestas, basadas en el ninguneo institucional.
Ante tus reflexiones y cuestiones, sólo puedo aplaudirte y decirte que esa madre-maestra es, ante todo una madre coraje, inconformista, luchadora y rebelde contra la negligencia, dejadez y cinismo de quienes se hacen llamar “enseñantes o maestros”. Que los hay, por supuesto, pero me temo, están en una franca minoría, respecto a una inmensa generalización de inconsecuentes pseudomaestros, muy lejanos al deber que les debería imponer su noble profesión, cuando esta se realiza con celo, preocupación y consistencia hacia el aprendizaje y formación del alumnado, al que se debe; más aún a aquel por diversas causas necesitan un terrón extra de motivación, apoyo y confianza.
Sólo puedo desearte mucho ánimo, fuerza y coraje; ese que asoma en tu quejido, aunque sé, como tú, que el camino pesa, desgasta e incluso parece hacerse interminable, sin meta fija, sin horarios, sin ni siquiera un bastón en el que apoyarse, pero tú, Ángeles, sabes, como muchas otras madres, que se lo debemos a nuestros retoños; a esos que el sistema educativo trata a menudo como parias indeseables.
Un abrazo sentido y sigue adelante
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