(Dibujo realizado en plena clase por una alumna “motivada”)
Manuel Rodríguez G.
De siempre he pensado que el aprendizaje eficaz, duradero y firme se obtiene de la motivación que el alumno experimente. Esta motivación depende en buen grado de profesorado bien preparado, pedagógicamente capaz y ataviado con la magia de convertir cualquier asignatura que se precie en ilusionante, divertida y atractivamente coherente.
Desgraciadamente en nuestro sistema educativo actual, granjerizado, normalizado y poco estimulante, todos estos ingredientes, me temo, son bastante escasos en nuestro profesorado actual, (salvo muy honrosas excepciones) a menudo demasiado funcionarizado, a menudo muy poco implicado por su alumnado, al que éticamente se debe. Yo al menos no he conocido a fecha de hoy ningún caso de esta especie en peligro de extinción, en lo referente a la escolarización de mis hijos. Bien es cierto que yo si tuve, en mis días de alumno un excepcional MAESTRO y posteriormente, ya en mi etapa de adolescente e incluso adulto, algunos magníficos profesores. Profesionales que sin ellos saberlo me ayudaron a entusiasmarme con una serie de asignaturas, poco “agraciadas” en principio, pero muy atractivas y motivadoras finalmente; debido no al contenido de ellas, que eso es casi añejamente fijo, sino a la exposición y peculiaridades que supieron transmitirle algunos muy buenos docentes. Muy buenos docentes y muy decentes por cierto, que hasta en eso difieren sustancialmente de los muchos que he conocido en mi etapa de padre de alumnos, especialmente en el caso de mi hija, obligada a exiliarse, en buena parte por la miserable actitud y aptitud de muchos “maestros”.
A día de hoy tengo muy claro que el sistema educativo hispano ahoga la creatividad, interfiere negativamente en los estímulos que cualquier infante necesita para motivar su mente, su aprendizaje y el enraizamiento de cualquier conocimiento que se precie. La desmotivación de muchas mentes, originariamente inquietas, exploradoras y sedientas de descubrimientos ilusionantes pasan a ser aparcadas en las denominadas escuelas, almacenes estandarizados de prohibiciones, normas y sedentarismos impuestos; no sólo en cuanto a la atadura de la psicomotricidad, sino lo más perjudicial al anquilosamiento de la libre creatividad.
Paradójicamente, bajo la inquisidora sombra de un represivo Torquemada educativo y sus secuaces instituciones te obligan a acudir y a adorar, entre esas cuatro paredes del templo escolar, a unas deidades refugiadas en un sistema tétrico y anquilosado en un rancio adoctrinamiento inmovilista, demasiado apologético con el conservadurismo que nos ahoga y muy poco halagüeño para incentivar a mentes motivadas en origen pero finalmente amodorradas, aducidas y envasadas en el letargo del impersonalismo.
Finalmente cabe preguntarse, ¿fracasan nuestros estudiantes o es consecuencia del nefasto sistema educativo imperante?. Yo me decanto porque no hay niños que fracasan escolarmente, sino profesorado y especialmente un sistema educativo incompetente que fracasa, tala y sumerge con él a tanto aprendiz desmotivado.
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