María Antonia Sánchez-Vallejo
Hace meses que lo que sucede en Grecia –o en Portugal o España- no pueden explicarlo los economistas, ni los sociólogos o los politólogos, y menos aún los políticos, que encima justifican la necesidad de los desastres. A falta de exorcistas en la tribu, nada mejor que recurrir a la opinión de una eminencia en psiquiatría como el alemán Georg Pieper, que visitó Grecia en octubre y quedó anonadado por el estado de ruina del país tras cinco años de crisis y una purga constante de ajustes y reformas. Sus reflexiones, publicadas esta semana, dan pábulo a los peores augurios.
Pieper es un reputado especialista en estrés postraumático que fue requerido en Utoya (Noruega) tras la matanza del ultraderechista Anders Breivik en julio de 2011, entre otros muchos trabajos. Como alemán, como ciudadano al que se dirigen los discursos de la canciller Merkel sobre la crisis de la eurozona –y el protagonismo en la misma de Grecia como garbanzo negro-, Pieper pensaba que adolecía de un declive social como resultado de la recesión. La visita a Atenas trastocó por completo su diagnóstico: ya no es un país en crisis, sino un territorio a punto de ser engullido por la violencia, con ciudadanos-víctimas-verdugos, “con hombres que en situaciones tan dramáticas como estas se convierten en depredadores”, donde la solidaridad es reemplazada por el egoísmo y el instinto de supervivencia. “Me pregunto cuánto tiempo más podrá aguantar la sociedad griega antes de explotar”, confió Pieper a Melanie Mühl, una periodista del Frankfurter Allgemeine que le acompañó durante su viaje.
El especialista impartió un seminario a psicólogos y psiquiatras locales sobre estrés postraumático, un cuadro cada vez más frecuente en la sociedad griega, junto con las depresiones y los suicidios (dos tercios de ellos, de varones, porque la crisis ha hecho añicos su masculinidad, explica Pieper). Nadie habló de males mayores, pero varios medios –incluido el FAZ- recogieron al vuelo la amenaza de una guerra civil para apuntar que Grecia tal vez se halle en el umbral de un conflicto violento que enfrente a supervivientes contra desesperados, o a la inversa, en una pugna vital/mortal en la que sólo estará en juego la miseria.
Que Grecia se desmorona es algo palpable: los colegios del centro y el norte del país cerrarán presumiblemente sus puertas en enero porque no les llega dinero del Estado para pagar la calefacción; las embarazadas sin seguro peregrinan por hospitales porque no tienen dinero para pagarse el parto o la cesárea (medios alternativos aseguran que a las inmigrantes sin papeles les cuesta el doble que a una griega: 1.264 euros por un parto natural, 2.090 una césarea y 165 euros por día de hospitalización extra en centros públicos); enfermos crónicos obligados a suspender el tratamiento por no tener dinero; incremento alarmante de enfermedades infecto-contagiosas; un país, en fin, con sólo 3,7 millones de trabajadores para una una población de 11 millones, con los desempleados privados de seguridad social al cabo de un año de paro, con familias de clase media rebuscando en la basura -como en España- un bocado de comida o una prenda de ropa; con pensiones de 600 euros recortadas bruscamente a 435 por obra y gracia de la enésima exigencia de Bruselas. La violencia es sólo cuestión de tiempo, recuerda Pieper.
Pero esa violencia inevitable de la que habla ya ha hecho eclosión, circunscrita de momento a un ámbito en teoría político: se multiplican los ataques a inmigrantes, a gais, a activistas pro derechos humanos. El pasado fin de semana dos diputados de Syriza fueron golpeados y amenazados de muerte en Atenas y Volos por presuntos miembros del partido ultra Aurora Dorada (AD); los neonazis respondieron con una querella contra uno de ellos, por llamarles "banda de criminales". Al riesgo inflamable no ayudan mensajes como el del ministro de Orden Público, Nikos Dendias, al aprobar la bravuconada de ocho diputados de AD que a primeros de diciembre intentaron entrar armados en el Parlamento. “Si tienen licencia de armas pueden entrar en el Parlamento y moverse por sus dependencias como cualquiera”, sentenció el ministro. ¿No es esto una carta blanca a la violencia?
Este es un blog sobre Grecia, pero hace tiempo que lo que cuenta podría aplicarse a Portugal y España, y viceversa. Según Cáritas portuguesa, el 40% de la población del país vecino son pobres, y Portugal será en 2014 lo que Grecia en 2013. En España, según un reciente informe de Intermón Oxfam habrá 18 millones en una década si se mantienen las medidas de austeridad y los recortes sociales.
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