Manuel Rodríguez G.
Estoy harto de la palabra INCLUSIÓN, tal y como gratuita y sistemáticamente se intenta adoctrinar por quienes supuestamente deberían defender y hacer respetar. Vocablo demasiado utilizado y penosamente instrumentalizado por quienes deberían equilibrar lo que las muchas dificultades representan para un colectivo EXCLUIDO, MARGINADO, DESATENDIDO e incluso ACOSADO.
Estoy harto del apologismo sibilino que repetitivamente viene aconteciendo cual fascismo imparable, que como primera norma intenta segregar, separar y granjerizar a quienes sufren diversas problemáticas por una “deshabilitación institucional”, cual repudiada “limpieza diferencial”.
La incomprensión y poca claridad, generada por las propias instituciones y transmitida a buena parte de la sociedad, hace más cruel si cabe las críticas de la sociedad en general, incluidas penosamente la de muchos familiares y cercanos que aún teniendo referencias directas de estas patologías, finalmente no las quieren asumir ni entender y como losa pesada se dejan llevar por la inconsistente y dañina crítica social, injusta e ignorante, donde todo el peso viene a caer en las madres y padres de los niños afectados.
A ESTAS ALTURAS, ES TIEMPO DE "PASAR" DE APARIENCIAS, ETIQUETAS, EXPLICACIONES Y PROTOCOLOS ABSURDOS, para entender que quien quiera y acepte a nuestros pequeños, debe aceptar y comprometerse previamente por la INCLUSIÓN REAL, no sólo de nuestros retoños sino de nosotros mismos para de ese modo empatizar y mirar desde la óptica de unos padres que luchan por defender objetivos muy concretos: la aceptación, inclusión, respeto y cariño hacia sus retoños…
Al igual que la inclusión efectiva consiste en adaptar el contexto y necesidades a quien las requiere; la aceptación de las distintas diferencias, sean las que sean, deben partir no de nosotros mismos como padres, sino de toda una sociedad que si fuese solidaria y coherente debería formarse e informarse para que de una vez, no sean los afectados quienes tengan que intentar explicar sus problemáticas y dificultades, sino la sociedad misma. Claro que esto pasa por una adecuada concienciación, compromiso y formación solidarias de toda una sociedad, canalizada y guiada por quienes debiesen atender a todos y cada uno de los ciudadanos, y esos me temo están engordando sus bolsillos con recortes y sacrificios ajenos.
Malos tiempos para la ética, malos tiempos para la decencia y la dignidad
Inclusión, ¿utopia quizás?
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